miércoles, 17 de noviembre de 2010

excesiva velocidad

Esto va a la velocidad de un rayo. Tanta que la sociedad se está fragmentando y el tren tecnológico corre serio riesgo de desmembrarse peligrosamente. En la locomotora y primeros vagones se encuentra la generación más jóven y dinámica, los creadores-diseñadores-desarrolladores del entorno digital, que nos conducen más allá de la velocidad que el procesador cerebral puede casi asumir.

En los vagones centrales nos encontramos buena parte del pasaje, que asistimos con nerviosa expectación, unas dosis de ansiedad y un chorrito de angustia a lo que los 'pilotos' de este AVE nos tratan de advertir, pregonar y alertar. Y digo 'tratan' porque no siempre les entendemos en su nuevo lenguaje digitalizado.
Haga la prueba. Quede con dos amigos-familiares-conocidos metidos en informática o muy vinculados a este mundo digital. Ttras la siempre vivaz conversación sobre el Madrid o el Barça, trate de seguirles la corriente en las novedades digitales. Le apuesto a que volverá para casa con una sensación de fracaso e incomprensión descomunal.

Finalmente, otra gran parte de los pasajeros -en claro aumento- ya viaja alegre contemplando el paisaje sin preocupación alguna. Son felices o aparentan serlo sin preocuparse por si la era digital les va a suponer algún cambio o reto personal o profesional. Se han desenganchado de la locomotora, y no van a mover un dedo para alcanzarla. Usan los 'cachibaches' tecnológicos que los departamentos de IT o los hijos van instalando, aunque prefierirían no cambiar lo que ya saben usar con moderado éxito.

Aunque esta situación es consustancial a la historia de la humanidad, en este caso hay más riesgos. No en el sentido económico, que supondrá nuevas oportunidades y nichos laborales -por ejemplo, jóvenes que ganen su dinero como 'administrativos digitales' de generaciones desnonectadas- sino porque estamos dañando una parte esencial del ser humano como es su capacidad de comunicación presencial, la humanización de las relaciones sociales.

Deberíamos preocuparnos más por enlazar a las generaciones, por sumar a la mayoría de la sociedad al avance tecnológico aún a riesgo de ralentizar el tren, porque nos proporcionará un auténtico bienestar social y personal. Sin duda hay que aplicar nuevas materias y nuevas tecnologías en colegios e institutos y preparar a los estudiantes e universitarios para los retos más ambiciosos, pero no a costa de amputar la relación cálida y humana de la conversación entre colegas, la charla vecinal del bar o el paseo familiar por el parque.

Si nos empeñamos en que la chavalada vea películas y comparta píos-píos banales a través de potentes iphones, al final los 'androides' acabarán por tomar el mando de nuestras vidas. Será todo más instantaneo, más multicanal, pero no será mejor.

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